¿Llevas tiempo pensando en cómo iniciarte en tu crecimiento personal y espiritual pero todavía no tienes claro por dónde empezar? Te aseguramos que cuando acabes de leer esto, sentirás que has crecido y además tendrás un fuerte deseo de seguir haciéndolo.
Del crecimiento que somos más conscientes suele ser el propio de la edad, de los cambios físicos y corporales que se producen por el paso del tiempo. Aunque no lo somos tanto de los cambios psicológicos que derivan de las experiencias y aprendizajes acumulados.
Del mismo modo que esto puede influir en tu aspecto, condición física y salud para mantenerte bien por fuera. También puedes influir en tus pensamientos, emociones y actitudes para mantenerte bien por dentro. La llave la tienes tú.
En ambos casos, entra en juego la constancia, la observación y la medición de algunas variables. En la parte externa mediremos las calorías, las grasas, las proteínas o los carbohidratos, el tono muscular, la flexibilidad o la resistencia. Y como equilibrarlo todo, para obtener bienestar. Y en la parte interna, observaremos nuestros pensamientos, emociones y actitudes, para hallar el equilibrio y obtener plenitud.
Es la evolución que se alcanza a través de los aprendizajes obtenidos de las experiencias vitales. Aunque dicho crecimiento no necesariamente va unido a la edad natural o al número de experiencias vividas, pudiendo ser una persona de 30 años mucho más evolucionada que una de 90.
Bajo mi punto de vista, el crecimiento personal y espiritual es sólo apto para valientes porque:
Porque emplea un argot distinto que no cuadra con nada de lo que habías escuchado en casa, en el colegio, en las canciones o las películas. Cuando ya estábamos convencidos de que el amor es sufrimiento o de que la vida es sacrificio.
Resulta que descubrimos que existe la independencia emocional, el amor propio y la libertad para decidir vivir otro tipo de vida, dejando atrás lo que no nos llena (desapego)
Porque nos muestra nuestros defectos y nos señala como únicos responsables de todo lo que nos ocurre.
Porque nos muestra que hemos estado interpretando un papel y que en realidad nunca habíamos pensado por nosotros mismos.
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